Os incluyo la crítica que se hizo del libro en su presentación:
Con cuatro títulos a sus espaldas: Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus (2001, 2ª ed.), Creta Lateral Travelling [mi deconstrucción] (Premio I Cafè Món, 2004), Joan Fontaine Odisea (2005) y Carne de Píxel (Premio Ciudad de Burgos, 2007),Agustín ha optado por reeditar Creta..., al que completa en esta nueva entrega con una "Explicación" y dos escritos acerca de su propuesta teórica: "Hacia un nuevo paradigma: poesía postpoética", y "Poesía postpoética. Un diagnóstico. Una propuesta". Con el fin de sacudir de la poesía actual cualquier tipo de jerga "antigua", Fernández Mallo se refiere a dos modos de trabajar con la tradición. Frente al modelo "Duracel", por el cual se opera desde el interior de la poesía como una "fuente inagotable de energía positiva", lo que se propone es el modelo de la "fotosíntesis", por el cual "la tradición trabaja desde el exterior al sistema poético con beneficiosos efectos, (...) de igual manera que la luz sola muta y da vida a la planta". Así el decir poético se renovará, no sólo bebiendo de su misma jerga, sino valiéndose también de la terminología de cualquier otra disciplina: desde la publicidad al marketing, desde lo televisivo al tratado de filosofía. Cuando leemos de nuevo Creta observamos varias de las notas de tono y temáticas que con los años se irán desarrollando en su obra: un particular sentido del humor y el interés por la fusión de cualquier estrato de la realidad. No es azaroso que Fernández Mallo se detenga en la teoría del "rizoma" posmoderna, según la cual la jerarquía entre las realidades desaparece y, en consecuencia, tan legítimo resulta en el arte referirse a una caja de música, como a un "enfisema pulmonar" o a un cromo de Phoskitos. Tal y como apunté en la presentación del libro en el Hotel Kafka el 13 de marzo, ya en el título tenemos las claves que nos pueden ayudar a aprehender este libro: las dimensión temporales y espaciales que subyacen en los términos "Creta" y "Travelling".
En lo que se refiere a Creta, la referencia espacial es evidente, en la medida en que se nos sitúa en una isla, cuna de civilizaciones superpuestas, en la que se encuentra, además, la ciudad de Cnossos, célebre por el "Laberinto del rey Minos". Un espacio, el de los laberintos, que como buen borgiano que es Fernández Mallo, confiesa que rondaba por entonces por su cabeza. Aquí este adquiere el valor simbólico de la vida, cuyo inicio y fin desembocan en lo mismo: una nada aglutinadora de voces y, por tanto, agente del más fecundo de los silencios.
Respecto a la temporalidad hay que hablar de cómo el artista se siente obligado a convertir en presente todo ese haz de ruinas y para ello echa mano de los instrumentos propios de una dicción más narrativa, lo que aproxima muchos de estos textos al microrrelato. De esta forma, tenemos inicios donde se nos ubica en un espacio (el "salón de la casa paterna", "una gasolinera", etc..) habitado por sus personajes (la arqueóloga y su perro Tuno, con Poulos, Janet, etc.).
Finalmente, y haciéndose eco el yo poético de la sustitución de la geometría tradicional, compuesta por tres "dimensiones", por una nueva, en la que se debe tener en cuenta el factor del "tiempo", éste tenía que cobrar un especial protagonismo. El modo idóneo es el que aquí se encuentra: uno, no formulado desde afuera, sino palpitante en el mismo transcurso del libro. De igual manera que el travelling supone la imbricación activa entre el "tiempo" y el "espacio" (en ese avanzar por las vías), el libro nos sumerge en un ritmo inverso (en el que la numeración de los poemas va desde el número "61" al "0"), a modo de agujero negro en el que la progresión del espacio supone la mengua del tiempo. Por tanto, Creta... sólo podía terminar como lo hace: "Reprimo una lágrima. Clac. La enfermera me corta el cordón umbilical. Ahora sí lloro. A partir de ahí no recuerdo nada [0]". Una nada que se ha ido describiendo a lo largo del libro, un silencio que aguarda las voces de Wittgenstein, de San Agustín o del Señor Chinarro. Sólo de vez en cuando se podrá sortear este transcurrir permanente a través del segundo preñado de vida, aquel en el cual tiempo y espacio se alían de forma indisoluble, aquel en que acontece el "haiku" o el "mineral de luz". El travelling detiene entonces su ritmo frenético y todo se equipara en el segundero: este poemario con sus novelas Nocilla dream y Nocilla experience o con el recuerdo de un capítulo del Equipo A.
De forma simétrica, el "yo" que escribe no puede tratarse de un individuo-pieza, sino que se compondrá necesariamente de una infinidad de fragmentos, de unos pedazos cosidos, como en el mejor Frankenstein, gracias a los cuales nos levantamos e impulsamos de forma distinta hacia el origen y el final del laberinto, pues el "tiempo [es] elástico", igual que un chicle con un cromo dentro en el que se lee algún verso de José Ángel Valente