sábado, 1 de octubre de 2011

La sorprendente polémica a propósito de "El hacedor (remake)"

A estas horas, todos estaréis más que enterados de la decisión de la editorial Alfaguara de retirar de la venta la última obra de Fernández Mallo. Me parece que se debe a unos escrúpulos absurdos, porque, al margen de la calidad literaria de la novela, no creo que pueda verse ni plagio, ni ridiculización ni ninguna otra desconsideración hacia Borges. Decir que se trata de un plagio resulta absurdo desde el momento en que, en el propio título, ya se advierte de que se trata de una adaptación de El Hacedor original, cosa que se ratifica en cada una de las páginas. El concepto de plagio supone ocultación del modelo que se copia, cosa que aquí nunca se produce; al contrario, pienso que el autor se propuso un meditado y admirativo homenaje al maestro.
En fin, me  parece una polémica absurda, que creo que solo puede entenderse por el afán posesivo de María Kodama. Ciertamente, como se ha comentado estos días, Borges jamás lo hubiera hecho.
Os incluyo un artículo, extraído al azar del aluvión de informaciones que estos días nos están ofreciendo los medios de comunicación.

Hasta ayer, sólo uno de los tres vértices de la polémica generada por el veto de María Kodama, viuda de Borges, al libro El hacedor (de Borges), Remake, se había pronunciado. Sólo habló la viuda del escritor argentino, que la zanjó asegurando a elcultural.es que el problema -a saber, el supuesto plagio de Mallo a la obra de su marido- había quedado resuelto abogados mediante. Pero faltaban la opinión del escritor y la confirmación de la editorial, Alfaguara, que ayer rehusó pronunciarse ante lo sucedido mientras algunas librerías confirmaban que había "un problema con el libro" y que no se podía distribuir.

Hoy la editora española ha enviado un comunicado a los medios en el que confirma que, aunque en desacuerdo con la acusación de plagio por parte de Kodama, van a proceder a la retirada voluntaria de la edición. En él argumentan que nunca sospecharon que el libro pudiera ser leído de forma negativa contra la persona o la obra de Borges, y añaden que, atendiendo a los reclamos de la viuda y dueña de los derechos, han decidido sacar al libro del comercio, aunque defienden al escritor, esto sí, en lo que denominan la "discusión estética", alegando que fue el propio Borges quien trajo a la literatura la innovación de usar "procedimientos paródicos sobre sus propias influencias".

Por su parte, el escritor, que ayer únicamente admitió sentirse sorprendido ante una acusación que, dijo, "no se había imaginado", ha publicado hoy unas escuetas declaraciones en su blog, en las que dice estar recibiendo "cientos de mails y llamadas" de apoyo a su libro, "además de blogs, twitter, facebook, etcétera". Añade Mallo que sabe que se está preparando un comunicado de protesta suscrito por autores, críticos y periodistas ante la decisión de Alfaguara, cuyo contenido desconoce, unas acciones que, escribe, agradece infinitamente. Y, antes de anunciar que en los próximos días continuará publicando en torno a este tema, cierra el post con la siguiente declaración: "Lo que se está discutiendo aquí es una técnica literaria, utilizada por mí en el libro, y utilizada por el propio Borges", argumento que coincide con la editorial.

lunes, 21 de marzo de 2011

CRÍTICA SOBRE EL HACEDOR (REMAKE)

Aquí va una de tantas críticas que estos días están apareciendo sobre la nueva novela-experimento de Fernández Mallo.

Quiere Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) dejar bien claro, casi provocadoramente claro, desde el propio título, El hacedor (de Borges), “Remake”, que su nueva novela parte de un texto anterior. Esto no supone ninguna novedad absoluta, pues los antecedentes se remontan en los siglos, pero sí lo afronta con la originalidad que insinúa también el título. Fernández Mallo, listo y puntilloso, utiliza un término muy intencionado, “Remake”, para definir, o al menos describir, su trabajo. Otros podría haber utilizado: descartado “refrito” por su connotación peyorativa, podría haber dicho “contrafacta”, manipulación clásica de escritos anteriores, pero habría resultado ininteligible para el lector común; o “palimpsesto”, más divulgado y accesible a un lector culto, pero habría orientado su escritura en una fuerte dirección culturalista.

Ha elegido, en cambio, con total propiedad un anglicismo de dominio popular, “remake”, que acota su significado a un ejercicio común del cine, la televisión y, en fechas recientes, los videojuegos.

“Remake” nos lleva, por tanto, a un dominio peculiar, el de la tecnología, y de modo complementario al de la ciencia, de manera que por esa portilla entra en El hacedor (de Borges) la preocupación distintiva del conjunto de la obra, breve pero de considerable resonancia, de Fernández Mallo, aportar la ciencia pura, las matemáticas y la técnica a la tradición humanística. O sea, dar un paso adelante en la demolición ya cantada de las vetustas murallas de los géneros tradicionales, buscar la expresión artística novedosa propia del siglo XXI y erigirla en el canon de nuestro tiempo.

El hacedor, el genuino, es un breve libro de carácter radicalmente misceláneo que Borges rubricó en 1960. En sus apenas cien páginas contiene 54 textos que abarcan minirrelatos, poemas, divagaciones y citas. Fernández Mallo repite tal estructura con mínimos cambios como si fuera una plantilla. El desarrollo del “remake” resulta en verdad paradójico porque nuestro autor se somete, por una parte, a tan onerosas andaderas y, por la otra, actúa con la mayor libertad del mundo. Aunque respeta todos los títulos originales de la primitiva “desordenada silva de varia lección”, los contenidos se los toma a beneficio de inventario.

El planteamiento global del Remake implica un homenaje borgeano y la voluntad de dar nueva vida a páginas de la era Gutenberg en la era de la Red. Ahí paran, sin embargo, las coincidencias, porque Fernández Mallo reescribe las piezas seminales como le viene en gusto, las reinventa sin limitaciones, incluso las traiciona. A veces lo hace con quiebro gracioso: un poema primitivo lo liquida con un “Éste me lo salto” y otro dedicado a una mujer con un “A ti no / te conozco”. El poema metafísico “El otro tigre” lo convierte en “ISBN 84-206-3333-X”. Y la reescritura del “Poema de los dones” no puede ser más antiborgiana: “don, don, / ding ding don / don, don, / [toma Lacasitos]”. Otros muchos juegos y transgresiones más se encuentran: presenta una lista de claves técnicas de comunicaciones producidas en las Torres Gemelas en 2001, incorpora documentos gráficos de Google Maps, utiliza fórmulas científicas, reproduce en su orden las letras del abecedario...
En fin, Fernández Mallo hace alardes de ingenio bajo una impronta vanguardista y demuestra gran versatilidad. Todo ello a instancias de incorporar al relato el pálpito de una actualidad que abarca desde la ciencia hasta las costumbres.

Ante una problemática obra rupturista, el crítico puede hacerse el despistado, pero el lector de una reseña tiene derecho a pedir un juicio y una orientación. A mí, El hacedor (de Borges) y las otras novelas de Fernández Mallo me resultan más interesantes que logradas y, apreciando mucho su energía innovadora, no veo que conduzcan a ningún sitio. Remake no es una obra -tampoco lo pretende- para el disfrute de quien entienda la novela como la exposición fabulada de un conflicto humano.

sábado, 8 de enero de 2011

ANUNCIO DE SU NUEVA NOVELA

Hoy se confirmaba en El País la noticia que se esperaba desde hacía tiempo: en febrero publicará Fernández Mallo su nueva novela, un remake de El hacedor. El interés del autor por Borges no es realmente ninguna novedad, pero sí esta apuesta por la literatura "remasterizada" al hilo de otros grandes autores del siglo XX. Reproduzco tal cual el artículo.
Literatura de segunda mano
Fernández Mallo reescribe a Borges en una versión de 'El hacedor'
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS - Madrid - 08/01/2011
Hay narradores con un escritor en las tripas y un lector en la cabeza. A veces, uno vive de espaldas al otro. A veces se confunden. Este último es el caso de Borges, que, ya es un tópico, imaginaba el paraíso con forma de biblioteca.
Hay narradores con un escritor en las tripas y un lector en la cabeza. A veces, uno vive de espaldas al otro. A veces se confunden. Este último es el caso de Borges, que, ya es un tópico, imaginaba el paraíso con forma de biblioteca. No es, pues, extraño que su obra, sin dejar de ser inconfundiblemente borgiana, fuera con frecuencia fruto de la lenta digestión de relatos ajenos de ciencia ficción o de clásicos como Apolodoro, San Marcos o Cervantes. Ahí está el inevitable Pierre Menard, autor del Quijote, que narra la reescritura, letra por letra, de la novela cervantina.
Hace dos años, el escritor argentino Rodolfo Fogwill versionó El Aleph de su paisano en la novela Help a él, cuyo título era un anagrama del encabezamiento del famoso relato. Ahora es Agustín Fernández Mallo el que se acerca al autor bonaerense con El hacedor (de Borges). Remake que publicará la editorial Alfaguara el próximo 23 de febrero. Borges publicó El hacedor -un conjunto de cuentos, poemas y falsas citas- en 1960, siete años antes de que naciera el autor de la trilogía Nocilla. "Fue el primer libro suyo que leí", cuenta Fernández Mallo, "y me impresionaron dos cosas: la capacidad de transmitir emoción a través de algo aparentemente descarnado y un montón de intuiciones que yo compartía sobre el tiempo, el espacio, la matemática y la metafísica".
A todo ello habría que añadir el carácter misceláneo del libro -una "silva de varia lección", como lo define el propio Borges- que desborda las fronteras de los géneros. Un artefacto marca de la casa: poemas narrativos, cuentos que parecen ensayos... "Cuando escribo no pienso en términos de género literario. Me parece limitador", explica Mallo. Otro concepto que, dice el escritor, "no circula" por su cabeza es el de originalidad: "Sacar una obra de su contexto ya es crear algo nuevo". En su nueva obra, él mantiene los títulos de Borges y reescribe los contenidos, a veces incluso con la ayuda del imprevisible y surrealista traductor de Google.
Pese a que la palabra remake parece reservada últimamente al cine, las versiones literarias de una misma historia son tan antiguas como la propia literatura. Ahí están Joyce reescribiendo a Homero, Goethe y Thomas Mann haciendo lo propio con la vieja historia de Fausto o J. M. Coetzee con Daniel Defoe. Por su parte, la editorial 451 se estrenó con una colección en la que ha participado media literatura española reciente -de Antonio Orejudo a Francisco Casavella pasando por Luisa Castro- para reescribir a Bécquer, Shakespeare, Lope o Larra.
A veces las páginas de un libro continúan en las de otro. Lo hizo Andrés Trapiello con Cervantes en Al morir don Quijote y Luisgé Martín con el propio Mann en La muerte de Tadzio. No hace falta pensar en Avellaneda, tirar del hilo era lo más normal cuando las historias no tenían dueño ni autor conocido. Así, la Biblioteca Castro acaba de reunir en un volumen dos secuelas del Lazarillo y una del Guzmán de Alfarache. Por si había alguna duda sobre la relación entre las palabras original y origen.